domingo, 3 de junio de 2012

Un día diferente


                                                                   UN DÍA DIFERENTE


Eran las 12 del día, Adela salía de la papelería directo a la oficina, atendió algunos asuntos pendientes, y a las 2:00  salió de su trabajo para la escuela de sus hijas que en 10 minutos salían de clases.
Llegó a la escuela y entró directo al salón de clases de cada una de ellas donde las profesoras le entregaron a las niñas, salieron muy contentas, platicando acerca de unos libros que habían rentado en la biblioteca del colegio; camino a casa cantaban canciones de la radio y comentaban en momentos la tarea que les habían dejado para el día siguiente.
Bien, después del fuerte calor que se sentía dentro del coche, durante 20 minutos de camino, llegaron a casa, Clau y Dea bajaron a abrir el portón de la casa, Adela metió el coche, entre las tres bajaron las mochilas.
Cuando Adela abrió, la puerta de la casa, fue como abrir un acuario, la casa estaba llena de agua, no se podía ver hasta dónde; las niñas de inmediato sacaron de sus maletas de natación, que aun estaban en la cajuela del coche, las gafas, para poder observar lo que habían encontrado dentro de la casa.
¡Woow!, ¡woow!, hermosos peces de colores desfilaban por los sillones, anémonas de tonos rosáceos y morados translucidos, se movían de la cocina al pasillo, ¡que deleite! había un sinfín de especies de peces de arrecife, Clau y Dea disfrutaban todas esas maravillas nadando tras los delfines juguetones casi en la superficie. Algunas tortugas nadaban en grupo, grandes y pequeñas, con gran facilidad de movimiento, todo parecía tan real…
- ¡Buenos días!, ¡Buenos días princesas!
Entre sueños, Dea escuchaba la voz de Adela quien tiernamente las despertaba para ir a la escuela. Poco a poco despertando, las niñas se levantaron para tomar su vaso de chocolate en la mesita de su cuarto.
Con el cuerpo aun adormecido, Dea se sentó y sin querer empujó con el codo una botellita llena de agua de mar que habían traído, de Ixtapa, en sus últimas vacaciones.
Adela, quiso levantarla.
- ¡Ten cuidado chiquita! Se puede regar el agua.
- No mami, está bien cerrada.
Con las prisas del momento, se olvidaron de la botellita que gota a gota empezó a vaciarse sin que nadie se diera cuenta. Corrieron a la ducha, los uniformes, el peinado, el desayuno, lavarse los dientes, el lunch para el Cole, besos a papi y finalmente arriba del coche rumbo a la escuela…
Dea le contó a su hermanita su inolvidable sueño. Adela ha tenido un día un poco complicado, incluyendo una visita al dentista, transcurre el día, Adela se percata de la hora y se dispone para recoger a las niñas. Llega a los salones por cada una de ellas, la reciben muy contentas porque las boletas de calificaciones salieron satisfactorias.
De regreso a casa, pasan a la tienda a comprar algunas cosas para la comida. Compran carne y las niñas le piden a mamá que por favor les compre quesito para untar en el pan.
Al salir de la tienda se suben al coche; comienza el camino algo largo y caluroso a casa, al llegar, las niñas bajan corriendo para abrir el portón, Adela estaciona el coche entre las tres bajan las mochilas y las bolsas de la tienda, en eso Adela introduce la llave en la chapa y notan que sale agua por abajo de la puerta, Clau y Dea se ven una a la otra y salen corriendo a la cajuela del coche por los gogles que están con el equipo de natación…
… Colorín colorado que este cuento está empezando.

Camino hacía la libertad


                                            CAMINO HACÍA LA LIBERTAD


-Qué oprimido me siento cuando me pongo a pensar en los días largos que me esperan para salir de la esclavitud en que me he metido, tratando de salir adelante con todas las cosas que me he impuesto, para obtener lo que me va a servir para caminar libremente pensando sólo en distraerme sin que nada me ate, así las penas y pesares se alejarán de mí y por fin podré reír y cantar y ser feliz sin tener ninguna obligación que me quite el sueño. ¿No crees, Franco, que esto será muy bueno para mí cuando me llegue este gran día?

— Pues no creo –le contestó Franco–, porque esto no es así, ya que lo que verdaderamente te ata son otras cosas que no te dejan ser feliz.
Tavo, al escucharlo, con un gesto poco amigable, le dijo:
— Anda, tú qué sabes, por eso te veo siempre con cara de aburrido.
— Será tu parecer porque yo jamás me aburro –le contestó Franco–, como se ve que no tomas en cuenta las cosas que hago, porque no conoces el verdadero valor que éstas significan.
— Bueno –le respondió Tavo–, para mí la diversión es lo más importante, porque esto es lo único que no te esclaviza.
— Pero Dios no te ha dado dones sólo para que te diviertas, ¿no crees? Piensa, porque esto no es así –le volvió a decir Franco.
Tavo, insistiendo en pensar en forma muy egoísta, le contestó:
— Realmente, yo sí quisiera hacer lo que me venga en gana y poder gozar libremente del sol, de los paseos o quedarme en casa disfrutando de un rico helado y viendo películas, o sencillamente dormir sin pensar que tengo que levantarme temprano porque tengo obligaciones que cumplir. ¿Acaso esto no es libertad de hacer lo que a uno le venga en gana?
— Bueno –le contestó Franco–, el hombre es libre desde el momento que Dios lo dejó a su libre albedrío, dándole la facultad de ver lo que era bueno y malo para él, pero lamentablemente, muchos escogen lo que no les conviene para su alma y terminan por hacer abuso de la libertad. Y no quisiera que a ti te suceda esto. ¿Por qué, pues, no aprendes a discernir lo que va a ser bueno para ti?
— La verdad no me interesa –le dijo Tavo–, mejor no me hago problemas, hablemos de otra cosa. ¿Qué te parece si damos un paseo y mañana vengo a recogerte temprano para ir a pescar?
— Estupendo –le contestó Franco–, la pesca a mí siempre me ha fascinado.
Y mientras hablaban y se ponían de acuerdo, se despidieron. Al día siguiente, como era de esperar, Tavo, con una gran sonrisa, se presentó en la casa de Franco. Cuando lo vio, le dijo:
— Vamos, apúrate pues no deseo que mi domingo termine ni termine nuestra juventud, felizmente aún somos muy jóvenes para gozar de lo que queramos.
— Ah, eso sí, ¿y qué hay si no vamos?, –le dijo Franco–, pensando en analizar lo que le contestaba.
— ¿Qué hablas?, –le dijo Tavo–, o acaso estás delirando, pues apúrate y vamos si no quieres verme apesadumbrado y aburrido.
Franco, viendo su desesperación por escapar de sus reprimidas emociones, le contestó:
— Cálmate, amigo, sólo bromeaba.
Y sonriendo, le dijo:
— Ya, coge tu mochila y vamos.
Y así lo hicieron; en el camino Tavo, saltando y cantando con una alegría momentánea, dijo:
— Esta es la única libertad que yo aprecio en mi vida, porque así uno se olvida de las preocupaciones, de los tormentos y de los malos momentos, que aparecen cuando menos se espera.
— Y te entiendo –le dijo Franco–, sólo que no tomas en cuenta que hay situaciones mayormente apreciadas, que conducen a que uno pueda vivir también con alegría y con libertad y no precisamente es la diversión. Y no creo que esto lo tomes en cuenta, porque lo que predomina en ti egoístamente, es sólo divertirte aunque por ello otros se perjudiquen.
— ¿Se perjudiquen?, –le contestó Tavo–. ¿Y por qué se habrían de perjudicar por mis diversiones? La verdad que no te entiendo, creo que estás hablando ya demasiadas tonterías.
Franco le dijo:
— Te voy a poner un ejemplo; qué pasaría si alguien que necesita urgentemente que lo saques de un apuro, justamente, cuando te vas a ir de paseo, ¿qué le dirías?
Tavo le contestó:
— ¿No te parece que ese sería su problema? ¿Por qué, pues, perjudicarme precisamente con lo que más me gusta, la diversión? Pues no dejaría la libertad de poder elegir lo que me agrada por nadie.
Franco le respondió:
— Qué egoísmo tan grande el tuyo, de pensar solamente en tu persona sin que nada te importe. ¿No te das cuenta, acaso, que hay circunstancias en que tenemos que escoger lo que es prioridad? Pero claro, cómo te vas a dar cuenta de esto, si el egoísmo es el que te mantiene adormecida la conciencia para que no puedas actuar reflexivamente.
— Y si así fuera –le contestó Tavo–, ¿qué puedo hacer? Aunque no quisiera escuchar nada que vaya en contra de mis propios intereses, porque estaría alejándome de la libertad que compraría a cualquier precio.
— Sí sé que lo harías –le dijo Franco–, pero la libertad de la cual te hablo, no se puede comprar porque viene como una gracia del cielo, ¿comprendes? Todo en la vida tiene sus pros y sus contras, y la diversión sana también es buena porque no sólo alegra sino ayuda a liberar tensiones, pero si sólo se piensa en ella, esto no ayuda a que uno madure.
— Y si esto es así, ¿cuándo seré libre? ¿Será que tengo que recapacitar con otro juicio?
Franco le dijo:
— Así es, y cuando eso te suceda dejarás ya de estar atado a tus deseos y a tus múltiples apegos. ¿Te das cuenta por qué no puedes ser libre, si en tu interior llevas esta cautividad que no deja que te muestres tal como eres? Porque podrás viajar y conocer el mundo entero y ganar dinero a manos llenas, contar con muchas amistades, tener grandes paseos y diversiones, pero no serás libre mientras te ames a ti mismo y a donde vayas te acompañará siempre la tristeza, porque habrá un vacío en ti que no lo podrás llenar con nada, a no ser que dejes el egoísmo a un lado para que puedan aparecer en tu corazón actitudes más amorosas y fraternales, sólo así podrás llenar el vacío que veo en tus ojos porque vivirás no tanto para sí mismo sino también para los demás. ¿Y sabes? Es el amor que transforma al hombre dándole la libertad de poder actuar sin apegos, tal como lo hace el ego, que no sabe otra cosa que amarse a sí mismo aunque viva encadenado a sus propias pasiones. ¿Comprendes ahora lo que te digo? Porque tú eres bastante egocéntrico.
— Bueno –le dijo Tavo–, después de todo lo que me has dicho creo que lo soy, es más, ya me estoy sintiendo un poco mal y quien sabe esto sea lo que me tiene viviendo con muchos pesares. ¿Y cómo hacer, entonces, para que sea cada vez más libre de mí mismo?
Franco le contestó:
— Tendrás que meditar mucho para que comiences a vivir libremente y no bajo el yugo de tu propia concupiscencia. Cuando esto te suceda, habrás abierto la puerta de tu corazón que te conducirá con libertad para poder actuar con benevolencia y equidad. Mira, llegamos, el sol ilumina el mar y en la orilla hay gaviotas que caminan libremente.
— Sí –le dijo Tavo–, y son muchas.
Y mientras hablaban vieron a unos jóvenes que se disponían a pescar, de repente uno de ellos resbaló y se torció el tobillo. Tavo, al mirar alrededor de donde se encontraba el joven tirado y boca abajo, no pensó dos veces en auxiliarlo, igualmente lo hizo Franco. Y en tanto se demoraban buscando un centro hospitalario cercano al lugar donde se encontraban se pasó el tiempo, pero lograron encontrarlo y el joven fue atendido de inmediato, y viendo que ya era tarde para continuar con lo planeado decidieron regresar a sus hogares.
— Pero no importa –dijo Tavo muy complacido–, porque hemos hecho una buena acción.
Y continuó:
— ¿Sabes, Franco? No he tenido la alegría de poder gozar del día pescando como me gusta. Pero acabo de conocer una alegría diferente que no se va de mi alma. ¿Será que ésta viene por haber ayudado al joven? Porque no sólo me he sentido alegre sino que ya no siento nada que me oprima por dentro, y percibo algo así como una especie de liberación. ¿Será ésta la libertad de la cual me hablas?
— Así es –le respondió Franco–, ¿y sabes por qué te ha sucedido esto?
— ¿Y cómo saberlo?, si me falta todavía ver más claro.
— Sí, lo sé –le dijo Franco–, pero te he hecho esta pregunta para que pongas más atención en lo que te voy a explicar. Lo que te ha sucedido, es que como has empezado a liberarte del ego que te ha tenido esclavizado y sometido a sus caprichos, al salir de ti lo que pudo actuar en tu ser fue tu esencia, la cual es espiritual y por eso pudiste actuar libremente sin que nada te oprima. Ahora vivirás liviano y sin carga alguna.
Tavo le respondió:
— Sí, y esto debe ser verdad porque me siento con más vida y también ligero, como que una pesada carga se ha desprendido de mí.
— Así es –le volvió a decir Franco–, y dentro de muy poco tu libertad interior te hará vivir con alegría constante, y tus penas y pesares se alejarán por siempre ya de ti.
Tavo, al escucharlo, le dijo:
— Si es así, entonces, creo que también dentro de muy poco me estará llegando el gran día de la liberación y por fin seré libre y feliz. Gracias amigo, lo que has hecho por mí no tiene precio.
— Si para eso estoy –le dijo Franco–, y lo hago con mucho cariño.
Tavo le dijo:
— ¿Sabes, Franco? Aunque deje de verte, siempre te tendré presente en mi corazón.
— Y yo también, amigo –le contestó Franco.
Y lo abrazó con mucho afecto.
Fin

El corazón de mamá


                                                     El corazón de mamá


Dos niñas le regalaron a su mami un corazón de oro por el día de la madre. – Sabemos que tu corazón vale más que todo el oro del mundo mamá.
La mamá era muy buena y las quería con todo su corazón. Cuando la mamá envejeció les devolvió el regalo a sus hijas ya jóvenes y les dijo: Partan en dos el corazón, una mitad para cada una y hagan de ello un buen uso.
Las jóvenes pensaron en comprarse una casa, un caballo, un perro e irse de viaje, pero luego recapacitaron e hicieron lo correcto. Y fueron a repartir los pedazos de oro a gente necesitada, tocando de casa en casa en la cima de una montaña.
Los aldeanos las recibieron con alegría y agradecieron la ayuda de las jóvenes. – Muchas gracias por el oro, nos va a servir para pagar las medicinas de muchos de nuestros aldeanos, dijeron.
Y en agradecimiento les obsequiamos una chacra en el campo que ya no usamos donde encontrarán un caballo y un perro, no se preocupen por el pasaje porque nosotros las llevaremos.
Las niñas entendieron que cuando uno da recibe más de lo que se espera y que el corazón de una madre vale más que todo el oro del mundo.
Fin

La luz de tu corazon


                                        LA LUZ DE TU CORAZÓN


Había una vez una niña llamada Lulu que le tenía miedo a la oscuridad.
Todas las noches llamaba a su mamá para que la acompañara, y su mamá se trasnochaba para que ella estuviera tranquila.

Un día le dijo.
- Hijita, por qué me llamas tanto, sabes que tengo sueño y despertarme todas las noches me pone de mal humor.

- Lo que pasa es que tengo mucho miedo mamá.
- A qué le temes, le preguntó su madre intrigada.
- A la oscuridad, le dijo Lulu.

Pues no debes de temer. Sabes, tu tienes una luz interna muy poderosa y está justo en el medio de tu corazón. Esa luz es producto de todo el amor que sientes, por mi, por tu papi y tu hermana. Si piensas en esa luz, ya nunca más sentirás temor.
Lulu vio mucha luz en su habitación a media noche y se puso feliz al saber que la luz de su corazón alumbraría su vida para siempre.
Fin

Las dos hermanas

    


 Las dos hermanas 





Érase una vez, dos hermanas gemelas, que se parecían en todo: cara, pelo, altura, peso… Pero no en carácter.
Marta, era dulce y  amable mientras que Lucía era mala y despiadada. Un día, una hechicera las vio pelear y decidió cambiarlas de cuerpos. Un tremendo ¡aaaaaa! Surgió al verse la una a la otra. El día siguiente las fue fatal. Al siguiente día,  en una nota que apareció en su habitación ponía: cuando cooperéis como hermanas, vuestros cuerpos se cambiarán. Ellas pensaron en el esfuerzo que tenían que hacer. Pero lo intentaron. Pasaron 2 meses y ya no había ni peleas ni regañinas…Se ayudaban, eran amables la una con la otra… La hechicera  vio esto y las mandó otra nota en la que ponía: Bien, ahora que cooperáis tenéis que ir al sitio donde se encuentra la felicidad eterna. ¿Qué? Pensaron ellas, pensaron y pensaron hasta que Marta, que era la más inteligente dijo:    Quizás sea en la ermita  que hay en la montaña más alta del pueblo. Y, dicho esto, fueron a esa montaña. Pero allí no estaba porque no se habían cambiado de cuerpos. Lo difícil era volver a casa. ¡Se habían perdido! Marta, al bajar de la montaña, tropezó al vacío. Lucía quiso cogerla pero se cayeron las dos, y murieron. Al llegar al cielo, vieron como se cambiaban sus cuerpos. Ya lo entendían, habían cooperado para ser mejores hermanas y ahora estaban en la felicidad eterna. En el cielo vivieron las dos hermanas felices para siempre, y dieron gracias a la hechicera por haberles ayudado a ser mejores hermanas, aunque estuvieran muertas. 

El niño triste

 El niño triste.
Erase una vez un niño que sus padres salían mucho y le dejaban con una niñera llamada  Marisa y le trataba muy bien porque ella no tenía hijos pero él estaba triste porque un día Marisa se tuvo que ir de viaje a cuidar de su tía durante un mes entero. Y sus padres como se iban por ahí decidieron llamar a la única niñera que había en el pueblo en ese momento y todo el mundo decía que era muy mala con los niños de 10 años  como él y el estaba aterrorizado lo que decían era verdad le mando masajearla los pies que tenían cayos etc. Luego le mando limpiar los platos que ella ensucio. Y el le dijo que no quería hacer más cosas y ella le pego una bofetada y así durante un mes entero. Llego Marisa y el niño le conto lo que había sucedido. Ella se lo conto a sus padres y le dijeron que eso era mentira que si eso hubiera pasado su hijo se lo habría contado. Y  Marisa respondió que el niño no tiene tanta confianza con ellos para contarles eso Los padres del niño la despidieron y el niño les dijo que era verdad que no confiaba en ellos se pusieron muy tristes y decidieron salir solo de vez en cuando para estar con su hijo y Marisa volvió a jugar con el niño pero solo siendo su amiga.

La piedra que hacia cantar


LA PIEDRA QUE HACÍA CANTAR
Hace mucho tiempo Lucía y Pedro vivían en un pueblo donde nadie cantaba y querían regalarle a su pueblo una canción. Lucía y Pedro paseaban por el bosque, Pedro dijo que haber quién de los dos encontraba primero la piedra mágica, buscaron por el bosque pero no la encontraron, buscaron por las montañas, pero solo encontraron una cabra que les dijo que buscaran al caballo encantado, pero en lugar de eso, encontraron a un duende. Pedro pidió un deseo: encontrar la piedra mágica.
El duende les indicó dónde podían encontrar al caballo encantado, en el bosque mágico. Lucía y Pedro se tropezaron con el caballo encantado y les dijo que subieran en la nave espacial, pero Lucía dijo que la daba miedo subir a la nave, pero a Pedro le gustaban mucho las naves espaciales, así que decidieron subir los dos. Buscaron por el espacio pero tampoco la encontraron, siguieron buscando, hasta que dieron con un castor llamado Roger que también estaba buscando la piedra mágica.
Todos se encontraron con el planeta de las rocas, y pensaron que allí la iban a encontrar. Se pusieron los trajes espaciales y salieron de la nave.
Estaban muy cansados, necesitaban beber. De pronto encontraron una cascada, era un lugar maravilloso.
Decidieron buscar allí piedra por piedra, ya estaban demasiado cansados cuando de pronto Pedro cogió una piedra y la piedra se puso a cantar.
Volvieron a su pueblo orgullosos de haber encontrado la piedra, todos los aplaudieron y la piedra no paraba de cantar:
``Tengo el corazón contento
   el corazón contento
   lleno de alegría...´´